Nota
del Blog
Nuevamente Catexis
presenta un artículo publicado en la revista Psique y Sociedad, hace casi 20 años. Las razones de la presente publicación no
giran en torno a la vigencia del texto –esta es discutible-, si no en torno a su valor histórico.
Identidad y Revolución
Los Sandinistas en el
contexto neo-liberal
Tod Sloan Ph. D
Lic. Isabel María Suero Mellinas
Resumen
Este estudio exploratorio de las historias de vida de ex-militantes
sandinistas plantea una perspectiva novedosa sobre los componentes de la
identidad psicosocial y sus funciones en el desarrollo humano. En esta
aplicación del concepto de Erikson, se observa que muchos jóvenes nicaragüenses
pudieron resolver su transición a la adultez en base de la solución que les
presentaba la Revolución. Esta solución parcial dejó sin resolver varias
aspectos de la identidad al lado de de lo personal, un resultado casi opuesto
al dilema de los adultos jóvenes en la postmodernidad, los cuales tienen
dificultades en encontrar vínculos sociales más allá de su ámbito personal. Se
analizan las implicaciones de este estudio para los nicaragüenses que ahora
enfrentan la “crisis de media vida” y para la conceptualización adecuada de la
identidad en general.
Introducción
En tu
infancia, jugaste como todos los niños. Corrías en las calles tras un pelota,
aprendiste matemática y español, viviste las alegrías y los traumas de tu
familia. Tu cuerpo crecía con magia interna. Bajo el sol y la lluvia ibas
tomando consciencia de tu mundo y de tu lugar en él. Muy despacio te diste
cuenta de la injusticia social, de la división de la sociedad en dos partes:
los que tenía mucho y los que tenía poco. Los de arriba, que eran pocos, vivían
en un paraíso tropical con piscinas y carros, sin inquietudes más allá de las
modos y la buena comida. Mientras tanto, los de la gran mayoría, los pobres que
abajo nacían, trabajaban como esclavos
para sobrevivir, y morían jóvenes. Sabías si tener que pensarlo que no
eras de arriba.
Cuando ya
eras grande, un sector social que representaba tus intereses tomó el poder tras
una larga lucha heroica. Una ola de energía humana te agarró y te levó a
dedicarte a la tarea de construir una nueva sociedad basada en la justicia y la
igualdad. Fuiste a alfabetizar y a cortar café y conociste gente de todas las
regiones de tu país, participaste en reuniones para mejorar tu barrio. De
repente había una guerra y un bloqueo económico contra la transformación que
apoyabas con toda tu alma. Para seguir realizando tu sueño a pesar de las
amenazas, sacaste del fondo de ti mismo un coraje que no sabías que existía.
Pasaste hambre, tuviste miedo, perdiste amigos con las balas de quienes no
compartían tu forma de ver al mundo…
Ahora
amaneces con otro mundo y te sientes como el hombre en ese cuento de Kafka que
se despierta un día en el cuerpo de un insecto gigantesco. Lo que has hecho y
lo que sabes no cuenta como antes, no es valorado. La gente que se mueve en tu
entorno escucha otra música. La ola de energía colectiva se dispersó en tantos
charcos individuales.
Tienes
que buscar tu propio camino en un camino dentro de un laberinto lleno en
tinieblas.
¿Qué
pasó? ¿Quién eres? ¿Dónde estás?
Identidad Psicosocial
El análisis psicosocial de una determinada
coyuntura histórica puede indicar los conceptos que nos sirven para comprender
sistemáticamente las vivencias de los individuos. Tal comprensión no sólo sirve
como otra muestra en la que se puede demostrar el valor de un concepto
académico, sino también nos da sugerencias prácticas para enfrentar la
actualidad en la que vivimos.
En este ensayo, exploramos la posibilidad de
comprender unos aspectos de la situación actual de la izquierda en Nicaragua en
términos de concepto de identidad psicosocial. Se desarrolla este análisis
conceptual en base de entrevistas a profundidad con militantes sandinistas y de
conversaciones íntimas con colegas, amigos y gente de la calle. Después de
introducir nuestro marco teórico se presentaran nuestras impresiones sobre las
vivencias de estos nicaragüenses.
Es el psicoanalista alemán Erik Erikson quien
merece más crédito por haber presentado un concepto de identidad que va más
allá de un simple concepto de un yo, un “self”, o un sí mismo que organiza e integra las emociones,
las percepciones, los recuerdos y los valores del individuo. El concepto
desarrollado por Erikson (1959) vincula un concepto psicodinámico del yo con
una apreciación de la importancia de las relaciones interpersonales, la
comunidad, la cultura y el contexto histórico en el establecimiento y
mantenimiento de este yo.
Según Erikson, la identidad se va formando desde
la infancia en base de la resolución o no resolución de las muy conocidas
crisis psicosociales descritas por él mismo (en una apropiación de las etapas
psicosexuales de Freud). En las crisis previas a la crisis que involucra más
directamente a la identidad, el individuo, en interacción con las demás
personas en su vida tiene que lograr 1) una confianza básica –0 a 1 año de
vida-, 2) una cierta autonomía (en lugar de la vergüenza y la duda) –1 a 3 años
aproximadamente-, 3) la iniciativa (en lugar de la culpa) –3 a 6 años de edad-,
y 4) laboriosidad (en lugar de sentimiento de inferioridad) –6 a 13 años de
edad-. Según Erikson, la posibilidad de resolver adecuadamente la crisis de
identidad en la adolescencia depende directamente de haber resuelto más o menos
bien las crisis previas. En la mediad en que el individuo logre una solución de
la crisis de identidad evita una confusión de roles.
De la misma forma, se tiene que resolver la crisis
de identidad para resolver de forma satisfactoria las próximas etapas 6)
intimidad versus aislamiento, 7) generatividad versus estancamiento, 8)
integridad versus desesperanza.
El esquema de Erikson plantea que no es posible
evitar la “crisis de identidad”. Todo el mundo pasa por esta etapa y la
resuelve en función de las etapas previas y de los recursos presentes cuando la
crisis se enfrenta directamente.
Por ejemplo, una persona que tuvo problemas con la
autonomía en la niñez debido a padres sobreprotectores, una enfermedad, o un
ambiente peligroso, tendría dificultades con el establecimiento de una
identidad autónoma en la adultez. Se prestaría tal vez a ideologías rígidas, se
conformaría demasiada a la presión de su grupo, etc. De manera parecida, una
persona que experimentó fracasos en la escuela primaria, sufriría una falta de
iniciativa para ensayar nuevos roles de durante la crisis de identidad.
Más allá de lo que se conserva de carácter
emocional, otros recursos importantes para la solución de la crisis de
identidad son los valores que enseña la familia, los roles disponibles en la
comunidad, las capacidades que se han desarrollado en la escuela o en
experiencias tempranas en el trabajo, el apoyo de las amistades, etc. Una
solución adecuada de la crisis de identidad se hace a través de una larga
negociación que toma en cuenta las necesidades de la comunidad y el potencial
del individuo. Se busca una relación complementaria entre el individuo y la
comunidad.
Los estudios realizados por Erikson sobre diversas
culturas y generaciones nos enseñan que las formas en que se construye la
identidad persona dependen estrechamente de la época histórica y el contexto
cultural. Por supuesto, la tarea de construir conscientemente una identidad
personal es un producto de la modernización, un proceso que destruye las bases
tradicionales que situaba al individuo en su sociedad. Ahora en el mundo
turbulento de la modernidad, la búsqueda de un nicho adecuado depende mucho más
de la responsabilidad del individuo (Sloan, 1995). La cuestión de la identidad
surge allí: ¿Quién soy? ¿Qué lugar tengo en este mundo?
Se puede suponer que en tiempos revolucionarios
este proceso se complica más. Pero nuestra tesis es casi la opuesta.
La década sandinista y la actual
“crisis de valores”
Se podría concebir la situación así; con el
triunfo del movimiento de liberación nacional en 1979, toda una generación de
adolescentes y adultos jóvenes encontraron un marco que les dio un significado
concreto a sus vidas y un lugar en el mundo, resolviendo repentinamente la
tarea de negociar con calma, en una serie de pasos bien procesados, su propia
identidad psicosocial. Cuando se definieron como militantes del FSLN o
partidarios del Sandinismo en general, pudieron posponer decisiones personales
sobre su profesión o trabajo y aceptar la dirección del Frente en estos
asuntos. Además, en las relaciones intimas resultó que muchas uniones se
hicieron tanto en base de una simpatía compartida por la Revolución, pero para
muchos que no tenía ni idea donde ubicarse socialmente o que eran muy jóvenes
para tomarse tal decisiones, la posibilidad de ser soldado o representante del
Frente en el barrio, de pasar meses en campañas de salud o de alfabetización,
resolvió por el momento la tarea pendiente de la construcción de una identidad
psicosocial bien articulada.
Para ejemplificar la situación, escuchemos una
parte del relato de una mujer de 32 años (tenía 17 cuando el Triunfo):
…Entonces
se dio la Revolución, esto y otro y entonces me integré a ese mundo.
Desgraciadamente estuve ene le ejército sandinista y entonces ahí peor, mi
mundo era más cerrado. De allá para acá. Entonces para mi realmente todo giraba
alrededor del proceso y eso tal vez me hizo estancarme un poco, porque después
me di cuenta, llegó un momento en reflexioné y me di cuenta que realmente como
persona yo hacía poco, como persona había logrado poco en el aspecto de desarrollo principalmente como mujer… Yo
considero que uno cambia de acuerdo al momento y al modo, hasta las
concepciones porque ahora concibo las cosas de otra manera. Bueno creo que
ahora soy más egoísta, estoy pensando en mi futuro, en mis perspectivas, de
tener un hijo, porque antes no tenía a nadie, sólo a mis padres, no tenía un
proyecto personal, y entonces eso hacía que realmente yo no estuviera pensando
en hacer esto y lo otro. Bueno, yo tenía que graduarme, me decía, ¡esto
proyecto es mío y lo voy a hacer!
Y otra entrevistada, con un poco más edad que la
anterior cuando el Triunfo, contestando a la pregunta “¿Cuáles son los momentos
más importantes de tu vida en general?”, dice:
Bueno,
cuando el Triunfo de la Revolución, porque una tuvo muchas esperanzas, sobre
todo los que nos sentíamos marginados. Tuvimos grandes ilusiones. Para mí esos
son los mejores momentos, cuando yo me integré a la vida partidaria, yo me
sentía otra persona, con otras perspectivas, porque eso fue lo que tuvimos con
la Revolución. Las personas marginadas tenemos que reconocer que nos dieron un
lugar por lo menos, aunque ahora retrocedimos… creo que esos fueron mis
momentos más felices, podría decir, porque yo me olvidé de todo y me entregué
de todo lo que tenía…
(¿Y militás ahora en partido o en una religión?)
Yo soy
católica, pero no vivo en las iglesias, y en el partido qué vamos a militar si
el partido está más dormido que nada, si allí cada quién anda por su lado,
andamos a la deriva, peor allí vamos esperando que día se reactiva esto.
Nuestra tesis es que esta situación precoz de la
identidad dentro del Sandinismo tuvo un costo que ahora se está pagando en
formas distintas. Un poco más de una década después del Triunfo, estos mismos
miles de nicaragüenses experimentaron un cambio abrupto cuando la oposición
tomó el poder político en las elecciones del 1990. Otros miles ya se habían
desilusionado con un aspecto u otro del proceso de transformación social
vinculado al Sandinismo, pero ellos también
sufrieron un ajuste drástico en su mundo psicosocial al cuestionar su fe
en el movimiento. En cualquier caso individual, los ideales y auto-imágenes
formados en la juventud, vinculados a las varias corrientes del sandinismo, y
concretamente realizados en la práctica cotidiana durante muchos años, ahora
son frustrados en su expresión y tal vez cuestionados, escondidos u olvidados.
Por ello y en un nuevo marco político y social, la tarea olvidad de construir
una identidad personal vuelve súbitamente y ahora se tiene que resolver dentro
de un contexto que se ve o en contra de sus propios valores o por lo menos muy
confuso.
La comprensión de esta coyuntura no es tarea
fácil. Por una parte, la confusión experimentada por tantos, sólo es una
versión exagerada de lo que cualquier generación de jóvenes cuando se da cuenta
de lo corrupto y de lo ambiguo del mundo de los adultos. Es por esto, un
proceso conocido que se puede comprender en términos psicológicos.
Por otra parte, sin embargo, el peso de una
coyuntura histórica específica cayó encima de esta generación: la última década
de la guerra fría entre los poderes capitalista y socialista, una fuera que se
combatió indirectamente a través de subtítulos en Corea, Cuba, Vietnam,
Afganistán, El Salvador, y Nicaragua. Por esto, en esta generación de
nicaragüenses (que ahora tiene treinta y cuarenta años), se distorsionó el
proceso ya difícil de encontrar su lugar en el mundo de los adultos,
dejándolos, por lo menos desorientados y un poco perdidos, si no deprimidos,
trastornados, decepcionados, o desesperados.
Antes de proseguir, vale la pena explicar (para
los lectores de fuera del país) con más detalles qué ha pasado en Nicaragua desde
1990, porque se sabe que el país ha desparecido del mapa de los noticieros. El
gobierno de Chamorro se caracteriza por una mayor apertura política pero
continúa una polarización política que se expresa en varios estancamientos de
los procesos legislativos y en conflictos entre los poderes ejecutivos,
jurídicos y legislativos. En la sociedad civil se da una fuerte reducción de la
participación en las organizaciones afines al sandinismo. Además, hay un
resurgimiento de organizaciones de otras tendencias: boy scout, asociaciones de
pobladores, grupos religiosos evangélicos, asociaciones étnicas, étc. En lo
religioso, la iglesia católica intenta ocupar de nuevo su rol de apoyo
ideológico del sistema político económico e intenta controlar la educación y
las organizaciones civiles.
En lo económico, se implementa un programa de
ajuste estructural de corte neoliberal. Se han reducido rápidamente el tamaño
del estado y una cantidad de servicios sociales, mientras la cooperación
internacional se ha trasladado a otras partes del mundo. Hay una estabilización
de la moneda pero paradójicamente se ha dado una profundización de la crisis
económica en todo el país. En 1994 y 1995 el nivel de desempleo y subempleo se
estima en 60 y 10 % respectivamente, con todas sus consecuencias sociales: la
prostitución, la delincuencia, la clase media se ha deteriorado notablemente y
la clase baja lucha a niveles de mera sobrevivencia. En medio de todo este
deterioro, los signos del retorno al país del sector afluente se encuentra en
los supermercados, la vida nocturna extravagante, nuevas universidades
privadas, u os carros de lujo compiten en las calles con buses públicos
totalmente deteriorados.
La sociedad se ha expresado en varias formas sobre
la situación actual. Muchos hablan de la desesperanza que se ha generado con el
fracaso del proyecto sandinista al que dedicaron una parte importante de su
vida. Otros señalan su frustración de no haber encontrado en el nuevo gobierno
la realización de sus ilusiones.
Tal vez la expresión más común desde los filósofos
hasta los jóvenes, es que el país experimenta una “crisis de valores”.
Puede ser que ésta sea la mejor manera de
describir la problemática, pero nos deja con muchas interrogantes, ¿qué hay
detrás de esta afirmación?, ¿qué valores están en crisis?, ¿cómo se vive esta
crisis a nivel personal?; ¿no será que lo que se observa es un sin número de
crisis de identidad? Es decir, ¿no sería posible que los individuos guardan los
mismos valores que siempre han tenido, pero ahora les resulta muy difícil
encontrar las instituciones o los caminos en que se pueden realizar?
Notas sobre el método
Lo que se presente en este trabajo son las
primeras observaciones de una investigación más amplia sobre la identidad
nicaragüense, pues lo consideramos exploratorio y no definitivo. Por esto, no
entramos aquí en todas las especificaciones metodológicas. Sólo se notará, que
para lograr una comprensión adecuada de fenómenos tan subjetivos como la
identidad, utilizamos el método de la entrevista a profundidad. Esta método se
ha desarrollado mucho en las ciencias humanas en la última década para el
estudio de las historias de vida y de la individualidad en general. En general,
el método consiste en una conversación íntima entre la entrevistadora y la
entrevistada sobre un tema de interés especial. La entrevista está grabada y
transcrita para un estudio posterior de un grupo de investigadores.
Otro punto que hay que tocar brevemente es la
selección de los participantes de nuestro estudio. En un estudio en profundidad
de casos múltiples, los criterios que rigen la selección de informantes se
determinan de manera distinta a la de las encuestas con miles de personas que
buscan mayor representatividad para poder generalizar a todas las clases sociales,
los dos géneros, las distintas edades, etc. En el caso de nuestro estudio, la
meta es descubrir unas postas de interpretación y análisis que nos ayuden a
conocer en profundidad los aspectos de la vida subjetiva de cada participante
relacionados con su involucramiento en el Sandinismo y la formación y
transformación de la identidad en torno a este involucramiento.
Por esto, antes de entrar en diálogos con los
participantes en nuestro estudio, no nos permitimos preseleccionar criterios
para la selección de sujetos. Sólo supusimos que el impacto más fuerte del
fenómeno que queríamos conocer debe encontrarse entre las personas que tenía
entre 13 y 25 años cuando el triunfo del FSLN en 1979, y que ahora en 1995
tienen entre 28 y 40 años.
Más allá del criterio de la edad, sólo
entrevistamos a personas que se autoidentifican como sandinistas durante la
década de los 80. Es decir que no se tenían que identificar como sandinistas en
el momento de las entrevistas. Pensamos que los ex-sandinistas desde su
posición posmovimiento, nos podrían informar de manera interesante sobre los
significados del sandinismo. Tampoco insistimos que los participantes hubiesen
sido militantes totalmente comprometidos, ni líderes, ni famosos, ni inscritos
formalmente en el FSLN.
Estudio de casos
Resulta que entre nuestras ocho entrevistas
formales y docenas de conversaciones informales, no es posible describir un
caso típico. Casi nuestra primera impresión al escuchar varias entrevistas fue
cada individuo buscaba algo distinto en el sandinismo y que esto se hizo en
función de la situación concreta de la persona en conjunto con su carácter
emocional y su historia de vida. Este hecho que sandinismo significó algo
distinto para cada persona señala que hubo distintos procesos de formación de
la identidad alrededor del sandinismo, y por ello distintas formas de adaptarse
a su ocaso.
Por ejemplo, una mujer pobre se unió al Frente
para asegurar el pan diario para sus hijos. Trabajó en su barrio trayendo
comida a las reuniones de los compañeros. Pero en los últimos años de la
Revolución, empezó a darse cuenta que, en contradicción con sus discursos, los
líderes del Frente vivían mucho mejor que el pueblo. Esta mujer fácilmente
cambió al frente por una iglesia carismática que también le da comida y un poco
de trabajo. No reconoce ninguna contradicción ideológica en esto. De hecho,
dice que sigue siendo sandinista. Según su relato, lo cual expresa una carencia
afectiva profunda, parece que siempre ha buscado dos cosas: cubrir sus necesidades
básicas a través de una figura paterna y encontrar un poco de aceptación en un
grupo. Siguiendo el esquema de Erikson, podríamos decir que ella no logra
enfrentar la tarea de la identidad porque casi no sale de los primeros dos
niveles de necesidades de Maslow: la sobrevivencia física y un sentimiento de
pertenecer a algún grupo. De todas maneras, este sujeto tuvo que buscar un
nicho distinto en el mundo cuando el Frente no pudo ofrecerle lo que había
determinado su apego al proceso revolucionario al principio. Fue poco más que
intercambio de figuras paternas simbólicas.
Veamos en más profundidad el caso de “Santos”.
Santos tenía 20 años en 1979, actualmente tiene 36, está desempleado y busca
como desenvolverse en el nuevo marco político. En su entrevista nos dio no una
simple descripción de hechos vividos, sino más bien una evaluación e
intelectualización de lo que fue su vida.
Las etapas de su vida (infancia, adolescencia y
adultez) coinciden notablemente con las tres coyunturas políticas del país en las últimas décadas. Su infancia
transcurre en un barrio popular de Managua, en pleno auge de la dictadura
somocista. De ella nos cuenta: En mi
casa, y sobre todo de mi padre, recibí una educación patriarcal y autoritaria…
Un aspecto bien negativo era la educación de los padres; tenías que ver a la
mujer como objeto. Sin embargo con mis hermanas todo era distinto, había una
doble moral.
Santos como niño y en contacto con las personas
importantes que le rodean, comienza a construir expectativas de lo que debe ser
cuando sea adulta. Ya aquí va estableciendo su propia identidad en reacción a
los valores machistas.
De mi
relación con mi padre, no puedo decir nada bueno, la verdad, era mujeriego, no
se ocupó de la educación de sus hijos. Afortunadamente no lo temé muy en serio…
la religión católica no era enseñada, sino obligada. Si no ibas a misa te
castigaban en la escuela toda la semana… los salesianos te engañaban con
galletitas y afiches con tal de atraparte todo el año. No les interesaba crear
consciencia.
Cuando la generación mayor no puede ofrecer
modelos adecuados a sus hijos, ellos buscan la base de su identidad en otro
lugar, generalmente en algún grupo, en el cual se comienza a dilucidar la gran
pregunta sobre quien se quiere llegar a ser:
Pásabamos
en las calles jugando y ahí íbamos aprendiendo, ya existía una solidaridad de
barrio… Cuando voy siendo más mayor, catorce, quince años, busco un método de
diversión, busco una salida. Nos acercamos a la institución de la iglesia que
era prácticamente la única que había, pero buscando una realización, el
identificarte con algo que te llame la atención, en este caso a través de la
cultura.
En esos momentos el país atraviesa una situación
política complicada de la que Satos es partícipe:
La
mayoría de las militares tenían negocios que promovían el consumo de alcohol
entre los adolescentes, pero a la vez el sistema hipócritamente lo prohibía,
pues aunque no estuvieras organizado, en el momento que reflexionabas o
razonaba hay represión. Era un mecanismo de dominación.
Santos va configurando su sistema personal de
valores a partir del mundo en que vive y a la vez rechazando o criticando
otros: preconiza la hermandad o solidaridad, rechaza la hipocresía, etc.
Pero en
la iglesia y con la cultura no estás ayudando a tu hermano, te aplauden si
destacás y ya… A partir (de estos momentos) y aunque no milita, pero desde la
iglesia, yo ya me siento sandinista y cristiano.
Alrededor de los 18 años Santos está firmemente
concientiza. Ya sabe lo que quiere ser, la función que desde desempeñar.
Podríamos decir que la primera etapa de la búsqueda de identidad está superada,
pues no ha de cuestionarse en cada cual es su identidad:
Entro en
un seminario, quería acabar con la pobreza y mi idea era ser líder, un líder
social, porque desde arriba se puede, desde abajo no. Quería cambiar el mundo
desde un púlpito.
Santos buscaba el reconocimiento público y la
realización personal, autojustificándose en su deseo de erradicar la pobreza.
También el sandinismo favoreció la aparición de muchos líderes sociales, de los
cuales muchos eran jóvenes. Asía la sociedad, como dice Erikson, jugaba su
papel de ofrecer a la nueva generación opciones interesantes que calzaban con
sus valores.
En los
últimos años antes de que triunfara el Frente, colaboraba con él activamente,
desde la teología de la liberación. Interpretábamos temas bíblicos. Otra manera
de colaborar era cantando los temas testimoniales del hombre como iglesia. Allí
iba la gente y hacíamos conciencia en la población sin llegar a la opción
armada. Pero sufro un estancamiento, porque ese conocimiento que tienes, lo has
de compartir con un montón de gente que nunca había participado y no sabía qué
cosa es esa.
En un primer momento de participación logra
integrar su vocación eclesiástica con su compromiso político, pues desde ambas
conseguía sus mentas (concientización de la población y su realización personal
como líder). Pero comienzan sus primeros problemas cuando habla de
estancamiento. Esto produce un malestar en él, y nos acuerda de la crisis que,
según Erikson, sigue a la crisis de la identidad, la crisis de generatividad
frente al estancamiento. En el caso de Santos esto puede significar que la
crisis de identidad se resolvió muy rápidamente, tal vez más como una forma de
escape que como una construcción estable. Pero hubo un factor externo que
provocó su estancamiento. No pudo seguir comprometido totalmente con el Frente:
Ya
estábamos conectados con operativos directos. Recuerdo cuando me tocó mi
primera tarea: me mandaban a liquidar a un hombre… Ese día yo quería hablar y
decir que yo no quería eso y me dijeron que era un cobarde, y trataron de
convencerme de que la opción armada era la única salida, y allí ya ni modo,
tenías colaborar y a tirar bombas.
En cualquier grupo con el cual uno se identifica
hay presión a la conformidad. Los individuos que saltan las normas son
presionados para volver a la conformidad o de lo contrario quedan marginados o
excluidos.
El
sandinismo comenzó con las imposiciones. Aquí es donde el sandinismo empezó a
comprar la conciencia del pueblo, en lugar de crearla… el Frente fracasa desde
el momento en que se convierte en partido político, comete un error, pues ya va
a manipular, no hizo nada con el ejemplo. Para ser político hay que ser sucio,
tener una doble moral.
Veamos ahora qué factores provocan la
desidentificación con el sandinismo. Por un lado, al producirse la
institucionalización como partido el movimiento de liberación dejó de responder
a los intereses que la originaron. A su vez llegó un momento en el que hubo una
incompatibilidad en la consecución de los objetivos personales con los colectivos.
Este factor fue muy importante para muchos militantes, ya que hubo que
sacrificar en cierta medida su vida personal (familia, estudios…). Esto supuso
que al cambiar el panorama político no tuvieran los suficientes recursos para
enfrentarlo. Pero más allá de esto, vemos en el caso de Santos, la expresión
del conflicto original que descubre en su cultura, la doble moral, la lucha
entre la solidaridad y hermandad cristiana por un lado y por otro lado el poder
bruto del mundo de los hombres machistas. Santos decide quedarse al lado de la
solidaridad con la humanidad, de no matar a otro hombre y empieza a ver que sus
valores no tienen lugar en su mundo concreto. Va de la decepción de su padre, a
la decepción con la iglesia tradicional, a la desilusión con el Frente, y
termina aislado, sin ilusiones de encontrar esa combinación mágica de valores
personales con actividades concretas en la comunidad.
Actualmente Santos a sus treinta y seis años sigue
viviendo con su padre y sus tres hijos. Su oficio es de contador, aunque nunca
logró concluir sus estudios. Tampoco llegó a ser sacerdote. Hoy en el
desempleo, Satos parece desorientado y desilusionado, ha de comenzar de nuevo
su búsqueda: “Ahora tengo que buscar qué
hacer. Continúo trabajando con la iglesia, llevo a mis hijos ahí porque quiero
que descubran la participación por ellos mismos”.
Observaciones
Tal vez estos casos que presentamos representen
dos extremos entre los miles de personas que vivenciaron el sandinismo en los
80: uno cuya participación tiene poco que ver con procesos de la formación
psicológica de la identidad, y otro que hace de cualquier participación una
forma de cuestionamiento de valores colectivos y personales de su relación con
éstos.
Mucho más común entre las personas que conocemos –parecidas
a las que citamos arriba en la introducción- es un relato de una participación
entusiasta en los primeros años de la revolución, una participación más
dolorosa y difícil en los últimos años de la década, y ahora diversas maneras
de expresar la dificultad de encontrar un camino que les llene tanto como la
luna de miel con el sandinismo.
Viendo la situación desde otra perspectiva, se
pueda observar que el movimiento de liberación nacional ofreció varias
estructuras que ayudaron a la construcción de la identidad:
-El sandinismo exaltó la labor de los jóvenes en innumerables ocasiones, haciéndoles sentir que podían llevar a cabo sus planes. Esto les dio confianza en sí mismos.
-El movimiento favoreció la oportunidad de Experimentar un gran número de papeles y funciones que más tarde podrían desempeñarse en la sociedad. La identidad persona se obtiene en base a tales oportunidades de experimentación.
-La participación suponía un compromiso ideológico que reemplazaba la confusión de valores propio de contextos neoliberales, mucho más individualistas: solidaridad, compromiso, exaltación de lo nacional, justicia…
- Los adolescentes recibe una gran cantidad de mensajes de distintos grupos. “¿A quién seguir?” es una pregunta que exigirá una evaluación de parte de ellos. Al polarizarse la población nicaragüense el número de opciones se redujo, facilitando la elección.
A pesar de estos factores positivos, es nuestra
impresión que el choque con el nuevo contexto neoliberal ha sido tan abrupto
que sólo los más fuertes han podido fácilmente adaptarse psicológicamente. Los
demás experimentaron algún tipo de trauma psicosocial. Según la teoría de
Erikson, esta crisis de identidad se manifestaría en diversas formas de acuerdo
con el carácter del individuo y su situación actual. Se puede catalogar algunos
de los signos más obvios de una crisis de identidad y preguntarse si éstos no
son ya bastante conocidos entre la población a que nos referimos:
-Sobre evaluación de sí mismos: exageración de su valor, con pocos signos de esfuerzo para lograr sus metas. También lo opuesto, una subestimación de las propias capacidades, temor a fracasar.
-“Activismo”: un nivel de actividad frenético (reuniones, talleres, cursos de capacitación) que parece tener la meta de no tener tiempo libre para deprimirse.
-Alcoholismo: tal vez más evidente entre los que se sentían muy identificados con el Frente y que no ve futuro en él.
-Separaciones de parejas: ello debido a que su razón ideológica para estar juntos parece ser más difícil de sostener.
-Contra-dependencia: dificultad para pedir ayuda necesaria.
-Parálisis de actividad: signos del trastorno de estrés postraumático.
Por supuesto, estos signos son agravados por la
pésima situación económica en que se encuentra el país, pero esto no niega la
importancia de los signos de la batalla psicológica que cada persona está
librando. A veces uno tiene la impresión que todas las personas con posibilidad
de hacerlo, o bien ya han salido del país o quieren salir en busca de nuevas
vidas o de capacitación profesional.
Es interesante también notar que el mismo dilema
es experimentado por los cientos de extranjeros que vinieron cuando jóvenes a
vivir en Nicaragua y trabajar en solidaridad con la Revolución. Hay que aclarar
que por supuesto muchas personas han podido encontrar la manera de sintetizar
su experiencia en la revolución con lo que pasa en el nuevo contexto. No
entraremos en detalles sobre cómo esto se puede hacer, pero parece que se hace
más fácilmente cuando se pudo avanzar en el proyecto personal durante la Revolución
y que los valores sociopolíticos se pudieron integrar más en un estilo de vida
más individualista, por ejemplo, a través de una práctica artística, la vida
familiar, un juego de capacidades profesionales no sólo vinculados al Frente,
etc.
Ahora, lo paradójico en todo esto es que en cierta
manera la Revolución aceleró un proceso de modernización en las esferas
políticas y culturales (si no tanto en el sistema productivo) en base a una
cultura conservador para dejar caer los sandinistas de clase media en la misma
confusión postmoderna en la que se encuentra la clase media en todo el mundo
occidental industrializado. La diferencia grave entre la situación de Nicaragua
y otros países, es que los últimos tienen los recursos materiales para jugar
con estilos de vida postmodernos, mientras los nicaragüenses tienen que
construir su nuevo camino en base de muy poco, dado el desgaste de la guerra y
el estancamiento económico. Lo que sí tienen es un repertorio de experiencias
de la más ricas que haya en la historia de este siglo, experiencias de una
solidaridad profunda, de una generosidad total, de la práctica de la alegría a
pesar del sufrimiento. Es en base de estas experiencias acumuladas que la
actual “crisis de valores” se podría superar, pero sólo si se encuentran formas
nuevas de realizar dentro del contexto nuevo los valores que subyacen en todos
los logros de la revolución.
Nota: Los autores quisieran reconocer las importantes
contribuciones a este proyecto de investigación de Jazmine Solis, Roberto
Moreno García, José Benito Aragón Juárez y Vanessa Morales Clara. El autor
principal estuvo apoyado por la Comisión Fulbright durante su estadía en
Nicaragua.
Bibliografía
Erikson, E. (1959). Identity and the life
cycle. New York: Norton.
Sloan T. (1995). Demanged life: The Crisis of
the modern psyche. Lodon: Routledge.
Tomado
de: “Psique y sociedad”, revista del departamento de psicología. Universidad
Centroamericana, Managua, Nicaragua. Volumen 2, 1995, Numero 1
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